Hay muchos métodos para quitar los pañales a los pequeños. ¿Cuál es el mejor? La respuesta es bien sencilla: el que mejor se adapte a nuestras necesidades y a nuestra forma de ver la vida. Partiendo de esta idea nos daremos la licencia de probar y hasta mezclar varias técnicas hasta encontrar la que mejor se adapte a nosotros… ¡y no al revés! Por eso quiero compartir con vosotros cómo lo hice yo, con la esperanza de que os ayude a encontrar vuestro propio sistema.

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Antes de empezar…
Lo primero que nos debemos preguntar es si el pequeño está preparado. La edad recomendada es entre los dos y los tres años, aunque puede variar según la madurez del niño. Un punto a tener en cuenta es que el aprendizaje de quitar los pañales no coincida con algún otro cambio importante en su vida. Esto podría sobrecargarlo y bloquearlo psicológicamente, y convertir todo el proceso en algo desagradable tanto para él como para vosotros. Es decir, el proceso de quitar los pañales será más favorable si no coincide con el inicio del cole, la pérdida o la ausencia temporal de un ser querido o cosas de este tipo. En situaciones así es preferible dejar pasar un tiempo prudencial o, si lo puedes prever, anticiparte y realizar el proceso de quitar el pañal antes de que comience el siguiente cambio. También es recomendable esperar a la llegada del buen tiempo: siempre os resultará más fácil si el clima acompaña, entre otras cosas porque el niño usa menos ropa.
Como padre o madre, tú tienes el poder de hacer de este proceso algo agradable y enriquecedor si utilizas el ingenio, la paciencia y todo lo que ya sabes acerca de tu pequeño. ¡Ánimo, seguro que será un éxito!
Soy madre de un niño y una niña. Os explicaré como fue el proceso en ambos casos. Aunque el sistema que utilicé fue el mismo, también es verdad que hubo algunas diferencias. Tal vez os preguntéis ¿y porqué, si el método fue el mismo? Bien, el sistema sí que era el mismo, pero los niños y las situaciones externas no. Cada niño es diferente y tiene su proceso particular, y las circunstancias específicas de cada momento también influyen.
El caso de mi hijo
¡Con él fue muy fácil! Comenzamos cuando cumplió los dos añitos, justo después de su cumpleaños. Él nació en primavera, y el tiempo acompañaba para empezar el proceso con buen pie. Decidimos sacarle el pañal radicalmente, tanto de noche como de día. Previamente y durante varias semanas antes de su cumpleaños, su papá y yo le estuvimos comentando que se había hecho mayor. Le decíamos que los niños mayores hacían pipí y caca en el lavabo, como papá y mamá. De esta manera le permitimos hablar del tema tranquilamente y lo preparamos para el nuevo acontecimiento. Otra cosa importante que nos animó a lanzarnos a la piscina fue que nuestro hijo dormía durante toda la noche sin mojar el pañal.
Mi hijo es muy curioso y mostraba mucho interés en el tema. Durante esas semanas previas al inicio del proceso yo le hacía saber cuándo tenía ganas de ir al lavabo. Entonces él me acompañaba y aprovechábamos estos momentos para que él también practicase. Entre los dos quitábamos el pañal, yo me sentaba en el labavo y él se sentaba en el orinal. Lo importante en aquella etapa no era que él hiciese pipí o no, sino que fijase en su mente el hábito de sentarse en el orinal y, simultáneamente, que se diera cuenta de que ese acto se hacía varias veces al día.
Una clave del éxito es que lo felicites cuando consiga hacer sus necesidades en el orinal o en el lavabo. Por el contrario, no lo regañes cuando se haga pipí o caca encima. Más bien dale a entender con dulzura, pero también con firmeza, que eso no te ha gustado y que no ha estado bien, porque los niños mayores hacen pipí y caca en el lavabo. Nunca pierdas los nervios (además de que no sirve de nada, mermas la confianza y la seguridad de tu hijo en si mismo).
Así que cuando el pequeño cumplió los dos añitos le quitamos el pañal. Antes le preguntamos si quería hacerlo y si estaba preparado para ser mayor, y dijo que sí. Se hizo pipí encima dos o tres veces, pero en dos o tres días ya hacía pipí en su orinal sin problemas. En honor a la verdad he de decir que algunas pocas veces él se quitaba la ropa y llegaba hasta el orinal… pero el pipí acababa en el suelo del lavabo. Pero en general fue muy bien. Cuando luego fue al colegio llevó su muda, como todos los demás niños, pero nunca la tuvo que usar.
El caso de mi hija
Con ella fue diferente. ¡Definitivamente nos anticipamos demasiado! No esperemos a que cumpliera los dos años, no esperamos que estuviese preparada. Nos dejamos llevar por el entusiasmo de que con el niño nos había ido muy bien, y a causa de eso y de diversos motivos externos no respetamos su ritmo particular. En aquel momento no fuimos conscientes de eso, pero luego nos dimos cuenta. Ella se mojaba constantemente y el proceso en general no iba nada bien. Así que reconocimos nuestro error, volvimos a ponerle pañales y esperamos un poco más.
Poco después de que ella cumpliese sus dos añitos volvimos a intentarlo. Ella se fijaba mucho en su hermano, así que decidimos aprovechar eso a nuestro favor. Le explicamos que su hermano iba al lavabo, y que mamá y papá también. Igual que hicimos con nuestro hijo, le decíamos que se estaba haciendo mayor y que nos gustaría mucho que fuera al lavabo cuando tuviese ganas de hacer pipí. Le hablamos así durante algunas semanas y ella practicaba sentarse en su orinal cuando yo iba al lavabo. Sin embargo, a diferencia de su hermanito, ella no quería sacarse el pañal. Ella nació en invierno, así que luego de cumplir los dos años esperamos aún unas cuantas semanas más. Con la llegada del buen tiempo finalmente le preguntamos si quería quitarse el pañal. Ella se mostraba todavía un poco insegura, pero decidimos dar el paso: le quitamos el pañal por el día y por la noche.
A diferencia de su hermano, ella necesita hacer pipí durante la noche. Durante el día no había problema, pero a la hora de dormir se mostraba inquieta y durante una temporada mojaba su camita con asiduidad. La verdad es que era desesperante, pero finalmente encontramos una solución: por la noche trasladamos el orinal del lavabo a la habitación de los niños y establecimos un horario. Así respetábamos su ritmo biológico.
En efecto, durante varias semanas pusimos el despertador a intervalos regulares. Al principio cada dos horas, luego cada tres, después dos veces durante la noche. Para nosotros era un poco molesto, pero nadie dijo que ser papás era fácil. Cada vez que sonaba el despertador nos levantábamos (¡uf!) y la sentábamos medio dormida en el orinal. Y ella, así medio dormida y todo, ¡eventualmente hacía pipí en el orinal! Entonces la felicitábamos y la volvíamos a poner en su cama. A base de ir dilatando progresivamente el horario finalmente consiguió no mojar su cama en absoluto… ¡y ya no tenemos necesidad de poner el despertador!. Ella solita se levanta por la noche. Con cariño, comprensión y mucha, mucha paciencia, ella lo está consiguiendo. Aunque solo tiene tres añitos puedo afirmar que ha conseguido controlar sus esfínteres tanto de noche como de día.
Un detalle importante es que durante toda la noche dejamos luciendo en su habitación una luz muy tenue, la cual le permite ver lo suficiente como para levantarse y llegar al orinal por si misma sin tropezar con ningún obstáculo. (Por cierto, recientemente han inventado un orinal que «premia» cuando el niño hace pipí dentro con una melodía. ¡Es una gran idea!)
Si respetáis el ritmo biológico de vuestros pequeños el proceso será un éxito. Espero que esta información os haya sido de utilidad y que os inspire para crear vuestro propio método, de manera que el proceso de quitar los pañales sea algo gratificante para vosotros… ¡y para vuestros hijos!