Saber acompañar es todo un arte, al menos desde mi punto de vista. Cuando hago esta afirmación me refiero a saber acompañar en el caminar de la vida.
¿Te has preguntado alguna vez si sabes acompañar? Pues yo sí, porque tengo dudas de si se hacerlo.
Hoy me asalto esta pregunta cuando no podía dormir. Eran las cinco de la mañana, como dice la canción de Juan Luis Guerra, y me levanté con la necesidad de escribir.
No es que tenga insomnio pero sí que tengo el sueño ligero, y prefiero aprovechar el tiempo a dar vueltas en la cama. Mi mente es como un caballo salvaje y a veces me cuesta calmarla. Se desboca y empieza a divagar.
Después de la muerte de mi mamá, la pregunta de si sé acompañar se ha hecho cada vez más presente en mi vida.
No sé si supe darle lo que necesitaba en esos momentos. No sé si mi compañía le sirvió de alivio, y me quedé con la sensación que no supe hacerla reír lo suficiente.
Y ahora, con los peques, también me hago la misma pregunta.
Soy consciente de que deben vivir su vida y de que debo dejarlos experimentar, con todas las consecuencias que eso conlleva.
De acuerdo, pero… ¿sé acompañarlos?
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El arte de saber acompañar
Te contaré una anécdota que me pasó hace ya algún tiempo.
Me ocurrió en el trabajo. Por aquel entonces era joven, y trabajaba en una empresa muy conocida haciendo de todo un poco.
Sucedió a última hora, cuando casi todos los demás trabajadores ya se habían marchado. En el local solo quedábamos un chico, el encargado y yo.
Todo iba más o menos como siempre, cuando de repente empezamos a escuchar una especie de «golpes» que parecían venir de la trastienda, concretamente del montacargas.
Fuimos a ver qué pasaba, y enseguida comprendimos que el chico se había quedado atrapado en el montacargas.
El encargado intentó tranquilizarlo con algunos chistes, y luego me dijo que me quedara ahí mientras él se iba a llamar a los del ascensor para que lo sacaran, ya que la llave de emergencia no funcionaba.
Así que me quedé con cara de búho: con los ojos abiertos y la boca cerrada.
No sabía qué decir. Conocía a ese chico de nombre y de algún que otro turno en que habíamos coincidido, y hasta me caía bien.
Pero lo cierto es que, después de intercambiar tres o cuatro frases cortas, no sabía qué más decirle.
Era consciente de que tenía que hablar con él para que no se sintiera solo, intentar calmarlo y decirle que todo saldría bien. Pero aquello tenia toda la pinta de que iba para largo…
Sabia que debía evitar tocar ciertos temas para que él no se pusiera nervioso.
Pero él preguntaba… y preguntaba…
Paco, el encargado, era muy divertido y tenía la gracia que tiene la gente del sur. Pero una servidora no tiene esa chispa y además soy bastante tímida… así que lo pase un poco mal.
Hasta aquí la anécdota, y seguro que ya te has dado cuenta de por dónde voy.
¿Sabes acompañar?
Por saber acompañar quiero decir saber qué decir y qué hacer en cada instante, sin dudar.
Saber medir lo justo, ni mucho ni poco, para dar lo necesario.
Como te comente antes, a mí me pasa con los peques. Quisiera educarlos en esa justa medida. Quisiera guiarlos en su camino sin dudas, sin temores, encontrando la frase idónea y dándoles el ejemplo correcto.
La misión de los padres es complicada: de las experiencias, de los sentidos, de lo que vivamos y de cómo lo vivamos, de todo eso dependerá que guiemos con más o menos éxito a nuestros hijos a un mundo feliz y seguro.

Y no solo me pasa con mis hijos, sino también en otros aspectos de mi vida.
¿Sabes acompañar a tu pareja y a tus amigos? ¿Sabes hacer el camino de quien te rodea divertido, ameno, compartiendo buenos y malos momentos, y siempre sacando lo mejor de ti?
Te invito a que reflexiones sobre si sabes acompañar a tus familiares, tus amigos y tus seres más queridos.
Y a ti, ¿te saben acompañar?
¿O, por el contrario, te has sentido en soledad aún estando rodeado de muchas personas?
Acompañar y ser acompañado es difícil, porque para acompañar hay que ser generoso, saber escuchar, saber ceder espacio y saber dar libertad a los demás.
Y nada de eso es fácil.

Como siempre, te invito a que dejes tu opinión en los comentarios.
Me interesa mucho saber qué piensas, así que anímate, escribe y hazme feliz. 😉
qué buena reflexion, me la he hecho algunas veces. En casos como el que cuentas del ascensor he descubierto que sí se acompañar, pierdo la timidez y voy encontrando qué decir. Pero en el acompañar de mis hijas y familiares o amigos, muchas veces dudo. Buena reflexión, y buena invitación a reflexión.
¡Hola Lai! Qué sorpresa tan gratificante leer tu comentario, me hace feliz ver que te ha hecho reflexionar sobre el tema. Acompañar a nuestros seres queridos y a las personas que forman parte de nuestro entorno es lo más complejo, pero vale la pena intentar acercarse y sacar todo lo bueno que llevamos dentro. Gracias Lia por tus palabras, y aunque estés un poco lejos me hace mucha ilusión poder hacerte compañía y estoy muy feliz de que hayas decidido acompañarme. ¡Un abrazo!
A lo mejor nos ponemos metas absurdas como la de agradar a todo el mundo. Estoy segura de que si tomásemos un café habría mucha conversación y también silencios y eso es acompañar también. Sobretodo acompañar es aceptar y para hacerlo hay primero que aceptarse. Yo estoy segura de que sabes acompañar. Lo haces ya desde aquí. Acompañas 🙂 y muy bien por cierto
¡Hola Noe! Gracias por tus palabras, estoy totalmente de acuerdo contigo. El silencio también es un buen compañero, y en algunas ocasiones uno de los mejores. Se debe saber acompañar con todo: con los sentimientos, con las caricias, con las palabras, con los silencios, con los besos y los abrazos, pero sobre todo con el corazón y con el alma. Un beso y gracias por hacer camino conmigo.